Todo el material sobre habilidades directivas nos dice lo importante que es tener un objetivo con un plan: «si no sabemos a dónde vamos, ¿cómo sabremos cuándo hemos llegado?» y todo ese tipo de cosas. De acuerdo, lo entiendo. Pero, ¿qué pasa si has establecido un objetivo con pasos de acción para llegar allí, es decir, el plan, y simplemente no parece estar funcionando? De alguna manera, parece que no tienes la energía o la inspiración para llevar a cabo esos pasos de acción cuidadosamente pensados. ¿Qué está fallando?
Empecemos desde arriba. O como Stephen Covey lo llamó tan memorablemente, «empezar con el fin en mente». Tu visión es quizás la parte más importante de todo el proceso. Sin una visión, estamos realmente perdidos. Es nuestra visión la que nos emociona, la que nos impulsa a levantarnos por la mañana, la que hace que nuestros ojos brillen con vitalidad.
Trabajando hacia atrás desde la visión es donde empieza a complicarse, porque nuestra mente racional y nuestro ego quieren ser los protagonistas. Pero, ¿poseen ellos la mayor sabiduría? Es nuestra mente racional la que quiere comenzar a establecer pasos de acción concretos, lo cual está bien, siempre y cuando el corazón, el contenedor de la mayor sabiduría, esté de acuerdo con estos pasos. Si no lo está, procrastinaremos sobre los planes más lógicos y mejor trazados.
Nuestro corazón y nuestra mente forman parte de un mismo cuerpo y están destinados a trabajar juntos en armonía. La energía que necesitamos para ejecutar nuestros planes con éxito es natural y no puede ser forzada. Para alcanzar nuestra visión, debemos estar atentos a lo que nuestro corazón y nuestra inspiración nos están diciendo. Nuestra mente racional puede haber establecido una forma lógica de alcanzar la visión, pero, de hecho, puede haber una mejor manera o una forma ligeramente diferente que se nos abre si simplemente escuchamos nuestros sentimientos y nos mantenemos alerta a las coincidencias y oportunidades ocultas en la vida.
Así que sí, diseña el plan que te lleve a la realización de tus objetivos y en última instancia de tu visión, pero no te obsesiones demasiado con los detalles. Si tu visión está alineada con tus valores y te emociona, te sentirás inspirado para tomar las acciones necesarias. La clave es ser flexible con tu plan y estar mental y emocionalmente abierto a otras formas de alcanzar tus objetivos.
Sé enfocado, ten claridad sobre lo que quieres, sé proactivo, pero, sobre todo, sé flexible y escucha tus sentimientos. Al final, llegarás a donde quieres.